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domingo, 22 de mayo de 2011

¿Por qué andar en bici no se olvida?

Olvidar algo no significa, necesariamente, que la información fue borrada completamente de nuestra memoria. Olvidar, es más bien, la incapacidad de recuperar cierto material que todavía está guardado en algún lugar dentro de nuestra mente. De esta manera, el acto de olvidar puede ser considerado como un aumento de los errores en que incurrimos mientras tratamos de recordar o reproducir algo que hemos aprendido.
Ahora bien, todos nosotros tendemos a olvidar las cosas muy rápidamente. Imagine, por ejemplo, a un colegial que estudia un poema para recitarlo de memoria en su clase. Lo más probable es que, una hora después de que paso el evento, solo lo recuerde 50% y que, tras cuatro horas más, apenas tenga 20%. Y es que la única manera de recordar permanentemente la información aprendida es practicándola una y otra vez.
Si nosotros insistimos en aprender algo –aunque lo olvidemos parcialmente cada vez-, poco a poco seremos capaces de recordar la información recibida sin equívocos. A partir de este momento, el material retenido nunca bajara de la línea de 100%, convirtiéndose de esta forma, en una memoria almacenada permanentemente.
Los psicólogos creen que esta especio de “deposito permanente” se debe a un proceso  llamado “sobreaprendizaje”, en el que ha tenido lugar una asimilación total de la información, mas allá de la perfecta recitación inicial que se pudo haber hecho de ella. Y si no, piense usted a quien se le han olvidado las mañanitas.
¿Y qué tiene que ver esto con andar en bicicleta? Bueno, que de forma similar, la mayoría de los adultos pueden andar en bicicleta aun y cuando no se han subido a una en años, y no porque las habilidades físicas sean más fáciles de retener, sino porque han “sobreaprendido” el procedimiento, es decir, manejaron una bicicleta tantas veces durante su infancia, que no tienen ningún problema en volver a hacerlo después de años y tener éxito cada vez que lo intenten.
Así que ya lo sabe, querido lector, si por fin le han regalado esa deseado bicicleta, desquítela; los primeros golpes duelen, pero, a cambio, usted obtendrá una práctica que lo acompañara el resto de su vida.
Para aquellos que aún no hayan aprendido como montar una bicicleta, aquí les dejo un video interesante que explica cómo hacerlo, y como ya se enteró, practique mucho, ya que esa es la única forma en que las cosas no se le olviden:



Fuente: William C. Vergara, Science in everyday life, Nueva York: Harper & Row. Publishers, 1980. Pp 216-219.


El poder del Placebo

Los optimistas ya no están solos en eso del promover “la mente sobre el cuerpo”, pues un estudio científico arrojo datos a partir de los cuales es posible atribuir efectos químicos positivos a los placebos, al menos en lo que a la disminución del dolor se refiere.
 

Jon-Kar Zubieta, neurocientífico de la Universidad de Michigan, afirma que cuando las personas esperan sentir alivio, producen un analgésico químico de forma natural en el cerebro. Para comprobarlo, realizo un estudio a un grupo de voluntarios, a los que inyecto en la quijada una solución salina que provocaba dolor. Cuando el efecto inicio, pidió a los voluntarios que calificaran el nivel de dolor que iban sintiendo; después de un tiempo los engaño, diciéndoles que se había agregado un suero a la solución para aliviar el dolor; entonces se volvió a hacer el seguimiento de la sensación de dolor. Al mismo tiempo se observaban los cerebros de los voluntarios  a través de una tomografía, la cual mostro que algunas regiones cerebrales de las personas que afirmaban sentirse menos incomodas producían endorfinas analgésicas. De esta manera, quienes esperaban obtener un alivio lo produjeron.

 
Según Zubieta, los resultados de este estudio “abren una nueva vía para comprender el dolor como una compleja experiencia que es moderada por u tipo de mecanismo emocional”. Si la mente puede inducir cambios químicos en el cerebro, los psicólogos y los médicos tendrían la posibilidad de desarrollar formas de medicación natural que se apoyen en el poder de la sugestión. Si esto fructificara, podría tener aplicación de varias enfermedades; de ahí que se esté buscando impulsar estos mecanismos. Y es que, como asegura el neurocientífico, “la idea es que la gente tenga mayor capacidad para suprimir la experiencia negativa”.
 



Tomado del Kiryn Haslinger, “Placebo power”, Scientific American Mind, febrero 2006; pag.10.

¿Por qué tartamudeamos?


Seguramente se sorprenderá al saber que muchas figuras celebres han padecido, durante toda su vida, el trastorno de la tartamudez que, aunado a los problemas del habla, les lleva tener relaciones emocionales, cognitivas y conductuales negativas que afectan, aun mas, su habilidad para comunicarse.
La clasificación de los tipos de tartamudez comprende toda una serie de problemas de comunicación. Tanto el tartamudeo neurogénico como el psicogénico tienen una causa especifica conocida, ya sea un defecto de la fisiología del cerebro, en el primer caso, o un padecimiento psicológico profundo, en el segundo. Pero el tipo más común es el tartamudeo del desarrollo –developmental  stuttering-, que se manifiesta entre los dos y los cuatro años de edad, a medida que se desarrollan los procesos del habla y del lenguaje, debido al esfuerzo que se realiza para aprender a hablar y al estrés normal del crecimiento, que pueden provocar las repeticiones o prolongaciones de los sonidos.

Las teorías actuales sugieren que las causas de este trastorno son en parte genéticas y en parte aprendidas, y que las habilidades afectadas son las motoras, las del lenguaje y las del temperamento.

No hay cura conocida para el tartamudeo – de mudo, “privado de la facultad de hablar”, y la probable onomatopeya tart, de tartajear. “hablar defectuosamente cambiando unas letras por otras, cambiándolas de sitio o pronunciándolas mal”-, aunque algunos tratamientos lo controlan y disminuyen su gravedad, como las terapias del lenguaje, psicoterapia, medicamentos y hasta el uso de aparatos electrónicos que hacen más fluida el habla. Además de los grupos de apoyo y la autoayuda, aun qué usted no lo crea, ayudan mucho a este problema.

Aqui les dejo el video de un caso de tartamudez muy severa:

Charcot, Freud y la Histeria

Leyendo una revista me encontré con el siguiente artículo que me pareció muy interesante, escrito por Alexis Shereck.

ERAN LAS 10 DE LA  MAÑANA CUANDO JEAN-MARTIN CHARCOT, CON SU IMPONENTE PRESENCIA, INGRESO EN EL AUDITORIO DEL HOSPITAL DE LA SALPETRIERE EN AQUEL PARÍS OTOÑAL DE 1885. LO ACOMPAÑABA ALGÚN ILUSTE VISITANTE EXTRANJERO Y VARIOS DE LOS MÉDICOS QUE SOLIAN ASISTIRLO. EL SILENCIO EXPECTANTE CONGELABA LA ESCENA. MÉDICOS Y ESTUDIANTES DE MEDICINA DE TODAS PARTES DE EUROPA VIAJABAN EX PROFESO PARA PRESENCIAR DOS HORAS DE UN ESPECTÁCULO SOBRECOGEDOR: CHARCOT EL FAMOSO NEURÓLOGO FRANCÉS, PRESENTABA Y TRATABA EN PÚBLICO A SUS PACIENTES HISTÉRICAS.

 
La histeria es una neurosis cuyo cuadro clínico suele estallar en síntomas, por lo general ante ciertos acontecimientos críticos de la vida del paciente, como la adolescencia, el inicio de la vida sexual, el matrimonio, un duelo, etcétera. Se caracteriza, principalmente por una dramatización corporal, pues el conflicto inconsciente se simboliza a través del cuerpo. Axial, se pueden presentar perturbaciones en la motricidad, como contracturas musculares, parálisis de las extremidades o faciales, dificultades para caminar o trastornos de la sensibilidad, como dolores locales, jaquecas, anestesias de alguna región del cuerpo. También se pueden presentar trastornos sensoriales como ceguera, sordera o afonía. Los insomnios, desmayos y alteraciones de la conciencia, de la memoria o de la inteligencia, así como los ataques o convulsiones de aspecto epiléptico pueden, también, ser afecciones histéricas.



 
DEL ÚTERO Y LAS BRUJAS

El nombre de tan llamativo trastorno proviene de la palabra griega στέρα/hystera/ que significa “matriz” o “útero”, ya que para los antiguos griegos, sobre todo para Hipócrates, la histeria era una enfermedad orgánica de origen uterino, por lo tanto, específicamente femenina. Platón retoma esta idea en su Timeo y subraya que las mujeres llevan en su seno “un animal sin alma”. Dicha “animalidad” marca su destino hasta la Edad Media, cuando su estudio se aparta del enfoque medico y adquiere un tamiz moral y religioso con las doctrinas agustinas. Esta animalidad femenina es la expresión de la convulsión uterina y del goce sexual y, por lo tanto, del pecado, intervención directa  del demonio que poseía el cuerpo de la mujer.

Con el paso del tiempo, la histérica se convirtió en bruja y su cuerpo enajenado lo disputaron los teólogos y los médicos. A partir de la publicación, en 1487, del Tratado Malleus meleficarum –El martillo de las brujas-, de los monjes dominicos Heinrich Kraner y Jacob Sprenger, muchas histéricas fueron condenadas a la hoguera como brujas poseídas, hasta que, en el siglo XVI, el investigador Jean Wier restauro la primicia de la medicina al considerar como enfermas mentales a las mujeres que sufrían convulsiones de todo tipo.

Sin embargo, fue dos siglos después cuando Franz Anton Mesmer logro dar el paso definitivo de una concepción demoníaca de la histeria a una concepción científica. Cierto que Mesmer defendía la falsa teoría del “fluido universal” que debía ser equilibrado en el cuerpo de la mujer mediante  un proceso de “magnetizaciones” o, como lo consideraríamos hoy en día, sugestiones hipnóticas; pero la histeria se sustrajo cabalmente de la religión cuando, en 1775, este medico le gano la partida al exorcista Joseph Gassner, al demostrar que el exorcismo no era mas que un tipo de magnetismo.

Al poco tiempo, el mesmerismo caería, a su vez, en total desprestigio, y no seria hasta un siglo después, en el XIX, cuando sobre sus ruinas se desarrollaría la hipnosis. El gran Charcot rescataría dicha técnica de su gestión y la vincularía con su investigación de la histeria. Con ello comienza a pensar en esta neurosis como trastorno funcional del sistema nervioso que no podía localizarse automáticamente –su origen no era traumático- y que también se presentaba en hombres.

EL ESPECTÁCULO

Pero ese viernes frío de octubre, Charcot no escatimo. Presento a la histérica estelar, su prima donna Blanche Wittmann, “La reine des hysteriques”, quien era prototipo de la histérica y ejemplificaba a la perfección las cuatro fases que caracterizaban el ataque:

  • Aura –fugaz estadio de sensaciones olfativas y obstrucciones de la garganta-.
  • Ataque – gritos, perdida de la consciencia y rigidez muscular-.
  • Fase clónica –grandes movimientos, contorsiones y gestos teatrales y pasionales-
  • Resolución –sollozos, lágrimas y risas-.
Cuando la paciente caía en la “grande hysterie”, Charcot podía generarle un ataque hipnótico y, cual si fuera ilusionista, lograba que los síntomas desaparecieran. Así, una parálisis en el brazo izquierdo, ejemplificado histriónicamente los efectos de la hipnosis en la condición histérica.



EL MÉTODO

Las críticas llovían desde la escuela de Nancy y otros centros de investigación en Francia. Se encuentra, por ejemplo, que Jules Janet investigó a Blanche Wittmann cuando esta dejo la Salpetriere y le encontró una “segunda personalidad”, bien integrada y consciente de sui actuación como la protagonista de las cuatro fases de la histeria de Charcot, que había aprendido a representar perfectamente.

Sin embargo, ese 20 de octubre nada importaba, pues entre los espectadores se encontraba un joven neurólogo vienes, de 26 años, quien recién había llegado a realizar sus prácticas en Paris: el doctor Sigmund Freud, quien tomaba notas asombrado. Lentamente, su deseo de profesionalizarse como neurólogo  se desvanecía y una nueva pasión surgía en el. Pensaba entonces que, cuando terminara su internado en la Salpetriere –faltaban cuatro meses-, regresaría a Viena llevando bajo el brazo las inquietudes que las dramáticas demostraciones del doctor Charcot había sembrado en el.

A Marta Bernays, su prometida, le escribió lo siguiente con relación a su maestro: “mi cerebro esta lleno, como después de una función teatral. Ignoro si la semilla fructificara, pero se, en cambio, que ningún otro ser humano me ha afectado del mismo modo”. 

EL ANÁLISIS

Freud regreso a Viena decidido a concentrarse en los problemas de la mente, en general, y de la histeria, en particular. Entre 1888 y 1893 forjo un nuevo concepto de la histeria, tomando la idea charcotiana del origen traumático y ligándola a su teoría de la seducción. Según estas concepciones freudianas iniciales, la histérica en la infancia había sido victima pasiva de la seducción de un adulto, cuyo recuerdo traumático permanecía como el cuerpo extraño, un quiste cuyo filo generaría siempre dolor y discordia que serian tramitados simbólicamente através del cuerpo. Las parálisis, anestesias, ascos, desmayos –serian, en palabras de Michael Foucault- una protesta ante la condición femenina.

La magistral obra Estudios sobre la histeria de Freud surgió a partir de su colaboración con Joseph Breuer, y presenta el caso de Anna O. –estudiado y tratado por Breuer unos años atrás-, así como otros celebres casos suyos: Cacillie M., Emmy von N., Katharina y Elizabeth von R.

El propio Freud se refería a estas mujeres como sus “maestras” y “creadoras” del psicoanálisis, ya que sus aportaciones fueron valuables y permitieron no solo el giro de la hipnosis a la asociación libre en la técnica psicoanalítica, sino la modificación de la teoría freudiana: a partir de estos casos, Freud descreería del trauma real y colocaría lo traumático en el mundo sexual fantaseado del paciente, que se origina en los avatares de su deseo.

LA HISTERIA HOY

Pero, ¿Cómo es la histeria moderna? ¿Cómo se representa hoy en día? La histérica sigue presentándose como una figura seductora cuyo cuerpo sexuado, paradójicamente, sufre por encontrarse genitalmente anestesiado. Aquejada por inmensas inhibiciones sexuales, la histérica o el histérico seducen  y erotizan para defenderse de su sexualidad, para permanecer en la insatisfacción y en la tristeza. Así, pueden presentar eyaculación precoz, impotencia, frigidez y dispareunia (actos sexuales dolorosos). Todos, síntomas de un cuerpo que no puede sentir placer sexual, sino solo actuarlo, demorando por siempre la entrega.

La anorexia, la fatiga crónica, algunos casos de infertilidad y los nuevos trastornos en que el dolor se generaliza a todo el cuerpo, a las articulaciones, a la piel, pueden ser las caras nuevas de la histeria, que, en una suerte de identificación, absorben lo imaginario y se rebelan contra la posición femenina en el mundo. 




miércoles, 18 de mayo de 2011

Los Trastornos de la Personalidad Parte II

Lo prometido es deuda, a continuación la segunda parte de los Trastornos de la Personalidad:

  • Narcisista: Comportamiento o fantasía de grandiosidad, lo que se manifiesta en la falta de empatía, necesidad de sentirse admirado, incapacidad de ver otros puntos de vista e hipersensibilidad a las opiniones externas. José Luis Cuevas es un típico ejemplo, y tambien lo son Hugo Chávez, Fidel Castro y Francisco Franco; de hecho, todos los dictadores son grandes narcisistas.
El siguente es un video que explica mas detalladamente este trastorno:


  • Obsesivo compulsivo: Se caracteriza por un sentido de perfeccionismo, inflexibilidad, preocupación y ansiedad, cuando no tiene el control absoluto en su entorno, tanto el pensamiento como en la acción. Aquí podrían mencionarse algunos obsesivos-compulsivos como Adrián Monk, el de la serie Monk; Jack Nicholson como Melvin Udall en As good as a it gets (1997); Jerry Seinfeld, Montgomery Burns y, de la vida real, Howard Hughes.

Aqui les dejo un video que explica y da ejemplos acerca del TOC:

  • Paranoide: Desconfianza excesiva hacia los demás que llega, incluso, a la creencia de daño, explotación, engaño, traición, intenciones ocultas y rencor de otras personas hacia uno mismo sin razón lógica observable. Jaime Maussan y Pedro Ferriz podrían ser personalidades con paranoia; pero con seguridad lo son los personaje de Ralph Finnes en Spider (2002) y Trevor Reznik, interpretado por Christian Bale en El maquinista (2004).

El siguiente es un video que contiene los crietrios diagnostico para este trastorno:


  • Esquizoide: Se caracteriza principalmente porque tiene una respuesta emocional limitada y le cuesta trabajo tanto experimentar emociones como expresarlas. Esto se manifiesta, entre otras cosas, en indiferencia a las relaciones sociales. Albert Einstein, Bobby Fischer –el campeón de ajedrez- y muchos otros científicos locos, entre ellos Bill Gates, son buenos ejemplos.

El siguiente es un video con las criterios diagnosticos para el Trastorno de la personalidad esquizoide seg[un el DSM-IV:

  • Esquizopático: Tiene creencias peculiares y es extravagante tanto en la apariencia como en el comportamiento, el estilo de vida y el pensamiento. Aquí mencionare a Michael Jackson –confieso que fue difícil ubicarlo en uno solo- , Woody Allen y Oscar Wilde.
 Aqui un ejemplo de este trastorno, un poco exagerado, pero se acerca a la realidad:


En un estudio reciente, Sam Vaknin (Malignant Self-love: Narcissism Revisted, 2005) propone que las personas con trastornos de la personalidad muestran algunos comportamientos comunes, independientemente de sus manifestaciones o tipos particulares. Algunas de estas características son:
 

  • Egoísmo y falta de empatía: pensamiento dirigido a solo las necesidades personales: <<yo primero, yo al último>>. 
  • Falta de responsabilidad: siempre creen ser víctimas de otros, de la sociedad y del universo.
  • Infelicidad: depresión o ansiedad causada por el trastorno.
  • Inestabilidad social: intentan influir en el mundo externo para cubrir necesidades.
Las opiniones dentro de la psiquiatría y psicología –y todos los modelos terapéuticos que pueden existir- están divididos respecto a la posibilidad de curar estos trastornos. Se cree que los psicofármacos y los procesos terapéuticos pueden resultar positivos e influir en el patrón de conducta y control del individuo sobre este; sin embargo, su eficacia no está garantizada. La “curación”, además, puede depender en buena medida del compromiso de la persona por tener una mejor calidad de vida y procurársela a las personas más cercanas.

Tambien se debe entender que no sería sano hablar de los trastornos de la personalidad sin hablar de la salud mental. Y este concepto –que puede ser muy polémico- nos lleva al otro extremo de la cuerda: ¿Qué sería la locura sin la cordura? 

Deacuerdo con el Instituto para la Terapia Individual y Familiar de Maryland (The characteristics of emotional maturity), la madurez emocional consiste en tener la habilidad para:

  •   Experimentar, entender y expresar sentimientos profundos y necesidades de manera constructiva. Tolerar sentimientos intensos y procurar un contexto para expresarlos. Esto es lo opuesto de lo que se conoce como Acting out.
  •   Actuar y reaccionar mediante los eventos de la vida con inteligencia, sentido común y sabiduría. Esto es lo opuesto a la actuación impulsiva e irresponsable.
  •  Reconocer, mostrar empatía y respetar los sentimientos y necesidades de los demás. Esto es lo opuesto al egoísmo y a centrar la atención exclusivamente en las necesidades personales.
  •   Retrasar la satisfacción inmediata de nuestras necesidades. Esto es lo opuesto a la satisfacción inmediata de impulsos sin entender las consecuencias.
  •   Amar y visualizar las necesidades, sentimientos, seguridad y supervivencia del otro como los propios.
  •  Ser flexible y creativo en las etapas del cambio de la vida. Esto es lo opuesto a reaccionar rígidamente o inapropiadamente a los cambios naturales o sorpresivos.
  •   Canalizar nuestra energía –positiva y negativa- a cosas constructivas en las diferentes áreas de la vida.
  •   Hacernos responsables de nuestras decisiones, aprender de los errores y experiencias. Esto es lo opuesto a culpar a otros y tener sentimientos y actitudes de víctima.
  •   Relacionarnos con los demás en términos de respeto e independencia. Mantener vínculos permanentes de amistad o amor. Es decir, lo contrario a la dependencia y el control sobre los otros.
Únicamente tendríamos que pensar, querido lector, ¿de qué lado estamos la mayor parte del tiempo? 


Fuente: Revista Algarabía núm. 42.Rodriguez, K. Trastornos de la personalidad.